
Se nos ha ido Francisco Gómez Rodríguez «Paco», el que fuera profesor y director de la Escuela de Magisterio BAM.
El hombre tranquilo
Como suele ser habitual, para quienes pudimos compartir con él una parte de nuestras vidas, Francisco Gómez Rodríguez no era Francisco, sino “Paco”. Así fue como se presentó cuando yo lo conocí, al entrar a formar parte de BAM. Entonces yo era joven, y él ya no tanto, pues por aquel entonces tendría aproximadamente la edad que yo tengo ahora, pasados casi treinta años.
Aunque no esté del todo claro, parece que esta abreviatura, o hipocorístico, tan común del nombre Francisco, podría venir del hecho de que a San Francisco de Asís se lo conociera como Pater Comunitatis o Padre de la Comunidad (Pa-Co). No es que sea un dato particularmente relevante, pero tiene dos aspectos que me resultan agradables al relacionarlos con nuestro Paco.
El primero es la historia, algo que él apreciaba especialmente, la historia y las historias. El relato como una forma de transmisión, y también como una manera de pervivir en los demás. Cuando yo entré a formar parte de BAM, Paco era uno de los docentes veteranos de la Escuela, aquellos que habían vivido la época dorada del magisterio, y también los años duros. A quienes entonces éramos los más jóvenes nos gustaba escuchar sus historias y, aunque tal vez algunas nos parecían un poco largas, su forma de contarlas producía una sensación de ternura que ahora siempre recuerdo con cariño.
El segundo aspecto interesante del apodo es, precisamente, el supuesto origen de su etimología, Pater Comunitatis, teniendo en cuenta que casi al final de su recorrido profesional, Paco asumió la dirección de la Escuela, y fue, de alguna forma, el padre de nuestra comunidad, antes de su jubilación.
Debo decir que asumió el cargo por su espíritu de servicio, en un momento en el que era necesario, y él la persona más adecuada para hacerlo, y no por ambición personal, porque entre sus virtudes una era la de no buscar ser el centro de atención ni arrogarse demasiado protagonismo. Paco era discreto y humilde, si se me permite decirlo, y esto hacía que para quienes estábamos a su alrededor resultase una persona amable, en el sentido más literal de la palabra, alguien querido.
Diría que no fue una tarea fácil para Paco ser el director de BAM, porque la responsabilidad del cargo suponía llevar las riendas de esta casa compleja que es nuestra Escuela de Magisterio, y eso siempre suele generar situaciones incómodas y difíciles, que para él eran especialmente dolorosas. Porque Paco era una persona cordial, afable y que buscaba siempre el entendimiento, tratando de traer la calma a todas las situaciones en las que estuviese involucrado.
Se ha ido prematuramente, y nos ha pillado un poco sin arreglar, sin estar preparados para despedirle. Ya no podrá contarnos más historias, pero pervivirá en nosotros a través de los sentimientos que nos dejaron las que sí nos contó.
No voy a decir que Paco era un santo, eso no, pero realmente, aunque tuviésemos desavenencias o ideas dispares, cuando miro hacia atrás, no encuentro en mi paso por su vida, o en su paso por la mía, ningún momento amargo, ni violento, ni desagradable. Cuando pienso en Paco, lo que recuerdo más fácilmente es que fue un hombre bueno, para BAM y para todas las personas que tuvimos la suerte de conocerlo.
Roberto Mielgo.